sábado, 15 de febrero de 2014

LA TEMPESTAD de GIORGIONE.


Antes de empezar a hablar sobre la propia pintura, deberíamos conocer a su autor, Giorgo Barbarelli de Castelfranco, más conocido como Giorgione. Fue un personaje enigmático del cual se sabe muy poco, y todo lo que conocemos de él es gracias a la biografía realizada por Vasari a la que tituló “Vidas”. Nació en el año 1477 y procedía de una humilde familia de terra ferma. En su época gozó también de reconocimiento como músico. Perteneció a la Escuela de Venecia donde trabajó con Giovanni Bellini, del que fue discípulo. No firmó muchas de sus obras, por lo que algunas de ellas han sido atribuidas a otros autores posteriores como Tiziano, y se sabe que han sido incluso falsificadas. En total se conocen una decena de obras firmadas por él como Los tres filósofos, Venus dormida o Retrato de una vieja, en las que se observa la influencia de su contemporáneo Leonardo Da Vinci. Murió en el año 1511 al contraer la peste de manera repentina, con tan solo 34 años.

Situando a este autor en el contexto de la República de Venecia, por entonces, ésta basaba su riqueza en las transacciones comerciales que realizaba con Oriente, recibiendo así influencias del arte bizantino de finales de la Edad Media. También la República se relacionaba económicamente con el Mediterráneo y con Europa, propiciando un mercado de lujo y la aparición de luchas por el poder en el seno de las propias instituciones.

Dejando a un lado el contexto y el autor, nos centramos ya en la obra. La tempestad, al igual que Giorgone, es un cuadro muy enigmático y misterioso del que ni siquiera se conoce el tema con exactitud. Es una pintura mueble, al óleo, sobre lienzo, de tamaño muy pequeño, pues mide tan solo 80 cm de altura, y que actualmente se encuentra en la Galería de la Academia de Venecia. Fue realizada hacia 1509, y en ella podemos encontrar todas las características propias del Cinquecento de la Escuela Veneciana. Se puede observar una mujer semidesnuda y sentada, amamantando a un niño en la orilla de un río, y otra figura, de pie, al otro lado del cuadro con apariencia de soldado (o pastor) y sosteniendo una vara. Al fondo, se ve una ciudad y un cielo tormentoso que acecha a los personajes. La oscuridad se está acercando sobre ellos pero éstos siguen ajenos a la llegada de la tempestad, lo que da el título a la obra, ya que ni éste es conocido con exactitud. No hay inquietud en la escena. Ambas figuras viven sus propias emociones en la naturaleza y en una atmósfera de sueño, donde no hay lugar para el drama. La falta de reacción provoca la sensación de intemporalidad que hace que nos introduzcamos en el cuadro.

Esto es lo que se observa a primera vista, pero, las interpretaciones, como ya decía Vasari, contemporáneo de Giorgione, han sido muy variadas desde la creación de la obra. Para algunos la escena representa un tema religioso identificando la Huida de Egipto, o Adán, Eva y Caín expulsados del Paraíso. Para otros es un tema mitológico relacionado con la infancia de Paris, incluso con el “Sueño de Polífolo”. Aún así no hay nada claro.

En la pintura hay varios elementos que le confieren misterio. Para empezar, la mujer mira desafiante al espectador sin ningún reparo, mientras que el personaje masculino gira su cabeza hacia la escena como si quisiera presentarla. Ambos personajes no están conectados, se representan aislados pero formando parte del mismo escenario. Otro elemento enigmático es la columna, que podría simbolizar fortaleza, pero al estar rota, también es símbolo de muerte. Todo el cuadro es puro simbolismo.

La tempestad, además, puede considerarse el primer paisaje de la Historia del Arte, ya que, por primera vez, la naturaleza no es un simple telón de fondo y tampoco el campo de acción de la historia o del mito, sino que asume el nivel del protagonismo junto con el de la propia historia. La naturaleza y la historia van unidas, y las personas y las cosas participan en un mismo sentimiento siendo representadas en un mismo plano de igualdad. Las figuras tienen la misma importancia que el paisaje, pues sin ellas, éste se oscurecería y perdería significado.

La tempestad, como todas las obras de Giorgione, fue realizada sin dibujos ni bocetos previos, aplicando directamente el color, lo que confiere a la obra mucha espontaneidad. Esto se sabe porque las radiografías realizadas permitieron comprobar que en un principio Giorgone, en lugar de la figura masculina, había pintado una muchacha desnuda con los pies en el río. Si hablamos de la perspectiva, usó la perspectiva aérea y la técnica del sfumato, lo cual consiste en difuminar progresivamente las figuras conforme se alejan del espectador, siendo las más cercanas realizadas con más detalle.Así se consigue la profundidad, la cual también la producen el escorzo que presenta el hombre y la posición ladeada de la mujer.

En la obra podemos encontrar diferentes líneas de composición. Teniendo en cuenta las figuras, el grupo de la mujer con el niño forma un triángulo, y la figura masculina es totalmente vertical, lo cual acentúa la vara que sostiene. Otras líneas que dan verticalidad son los árboles de los laterales. El punto horizontal se ve en el puente y en el muro sobre el que se apoya la columna.

El color y la luz son muy importantes en la pintura de la Escuela de Venecia, y en este cuadro son los que consiguen la unidad. La obra presenta una gran riqueza cromática, con la combinación de muchas tonalidades diferentes que aportan la magia al paisaje. Predominan los ocres en los edificios, el rayo y el cuerpo de la mujer, así como los rojos y anaranjados de la vestimenta del supuesto soldado, siendo éstos los colores cálidos. Los verdes de la vegetación y en general del paisaje, y el azul verdoso del cielo son los colores fríos predominantes. Clasificándolos según primarios y secundarios, tendríamos el rojo y el azul como primarios, y el resto como secundarios. La luz del cuadro es proporcionada por el rayo y los destellos de un día nublado, lo que provoca el juego de sombras. También el color blanco del paño, de la columna y de la camisa, así como los ocres, aportan luminosidad.

Para concluir, podemos comentar la trascendencia del autor en épocas y corrientes pictóricas posteriores, como en su discípulo Tiziano, o varios siglos después, en el propio Manet. De su obra, cabe destacar su manera de innovar en el simbolismo, en el cromatismo, y en la composición. Pese a todo esto su figura no ha tenido la relevancia de la que gozan otros genios de su época como Da Vinci y Miguel Ángel. Así pues, La tempestad ha sido comparada con distintas pinturas como es Desayuno en la hierba de Manet, o incluso con la Olimpia de este mismo autor.

 

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