La obra pertenece al Barroco Católico, que surge en Roma entre los siglos XVI y XVII
como manifestación del poder de la Iglesia.
Es conocido como el “arte de la
Contrarreforma”, y apoya las ideas del Concilio de Trento.
El propósito del Barroco Católico es conectar
a los fieles y convertirlos. Se busca lo
monumental, algo que impacte al espectador, para aparentar superioridad. La
Iglesia entendió el arte como una herramienta de adoctrinamiento y educación
moral también.
Los papas
se convierten en los nuevos mecenas,
y utilizan el arte entre otras cosas, como medio propagandístico.
La escultura barroca deja atrás el equilibrio
y reposo del Renacimiento, y aparece la teatralidad
en las figuras, gestos más expresivos, etc.
La pintura barroca se va alejando del
Manierismo para centrarse en el realismo.
El pintor barroco plasma la realidad tal y como la ve.
Respecto a la arquitectura, las líneas rectas
son reemplazadas por líneas curvas,
para conseguir mayor dinamismo, expresividad, flexibilidad, etc.
Y por ultimo, en el plano urbanístico, aparece
una nueva idea de ciudad y se centran en las plazas mayores.
El autor de la obra es Gian Lorenzo Bernini. Este nace en Nápoles en 1598 y muere en Roma
en el 1680.
Fue un artista italiano muy completo, ya que
era escultor, pintor, decorador, urbanista y arquitecto. Y se considera uno de
los máximos representantes del barroco italiano.
Bernini comenzó a formarse en el taller de su
padre Pietro Bernini, escultor manierista florentino. Su padre supo reconocer
desde un primer momento que el alumno superaría con creces al maestro.
Con tan solo ocho años lo llevaron ante el
Papa, y éste, asombrado por el talento de Bernini, señalo al pequeño como el
próximo Miguel Ángel.
En 1605, cuando Caravaggio ya estaba dando a
conocer su tenebrismo, Bernini llega a Roma.
Bernini trabajó principalmente el mármol,
sobre el que tenía gran manejo, pero también realizó algunas obras en bronce. Y
se inspiró en Miguel Ángel, el clasicismo greco-romano, el naturalismo de
Caravaggio, y el estudio anatómico de Guido Reni.
En sus primeras obras, “Cabra Amaltea”, “Eneas
y Anchises” o “Neptuno y Tritón”, se puede apreciar cierto manierismo, por
influencia de su padre.
Mas tarde va evolucionando y creando su propio
estilo, centrándose mas en la caracterización psicológica de los personajes y
en el movimiento, como se puede observar en “El rapto de Proserpina”, “David”,
o “Apolo y Dafne”.
A partir de 1625, Bernini quedó ligado a Roma
y a la Iglesia, para la que realizó el “Baldaquino de San Pedro” entre otras
obras.
Por entonces Bernini ya había conseguido
formar su propio estilo, caracterizado por la pasión, el movimiento, con lo que
busca implicar al espectador y hacerle
partícipe de la obra. El lo conocía todo sobre la pasión; y esa intensidad física fue lo que transformaría la
escultura. Nadie antes que Bernini había conseguido hacer el mármol tan carnal.
Bernini era el protegido del Papa Urbano VIII. Este mandó llamarle y
le dijo a Bernini: “Tenéis la suerte de verme Papa. Pero yo soy afortunado
porque el Cavalieri (Bernini) vive durante mi Papado”.
Cuando Urbano VIII muere, su sucesor, Inocencio X, dejó de hacerle encargos a
Bernini; y este entro en crisis. Todavía
recibía algún encargo, pero sin importancia.
Llegamos al año 1648, Bernini ya tiene cincuenta años y parece que ya ha
pasado su momento de gloria. Y de repente le llega el encargo “milagro”; la oportunidad de representar a una santa como
nadie antes había hecho.
El Cardenal
Federico Cornaro quería construir una capilla
familiar en la Iglesia de Santa María Della Vittoria. Conocía la historia
de Santa Teresa de Ávila, y era la única
de los santos modernos que todavía no tenía una capilla dedicada a ella.
Entonces, los Cornaro le presentan a Bernini el que sería el desafío mas grande de toda su carrera: “El Éxtasis de Santa Teresa”.
Bernini se basó en las palabras de Santa
Teresa, expuestas en El Libro de la Vida, para esculpir esta
espectacular obra:
"Veíale en las manos un dardo de oro
largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía
meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle,
me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de
Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos y tan
excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se
quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino
espiritual aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aún harto. Es un
requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo al su bondad
lo dé a gustar a quien pensare que miento".
Este grupo escultórico fue realizado entre
1645 y 1652.
El tema
es religioso; la mística de los santos católicos. En este caso se trata de la
experiencia mística de Santa Teresa, una religiosa, doctora de la Iglesia
Católica, mística y escritora española que pertenecía a la orden de monjas “las Carmelitas Descalzas” y que ella misma
fundó.
Esta obra es un ejemplo de cómo los santos narran
sus experiencias de una manera íntima y personal, y los artistas usan al hombre
como matriz.
El conjunto escultórico y la capilla están
unidos, de manera que hay que contemplarlo como un todo. Se trata de la
unificación de disciplinas artísticas con el fin de hacer partícipe al
espectador, para que entienda el mensaje místico; lo que se denomina el “Bel Composto”.
La cúpula contiene frescos que representan el
mundo celestial; en el suelo está representado el infierno, la muerte; en los
laterales, aparecen representados en unos palcos miembros de la familia
Cornaro; y en el centro de la capilla, en el interior de un retablo
transparente se encuentra el grupo escultórico. En todo esto se puede observar
el concepto de teatralidad; algo muy característico del Barroco.
Centrándonos en la escena principal, se trata de un grupo escultórico, realizado fundamentalmente en mármol, de bulto redondo; formado por dos
figuras, una levantada y otra recostada a sus pues, comunicadas entre sí.
La figura de la derecha representa a Santa Teresa. Ésta se encuentra
literalmente arrebatada, sobre una nube hecha en mármol, suspendida en el
espacio.
Su cuerpo esta inclinado hacia atrás, al mismo
tiempo que parece encorvarse hacia delante, como levitando a causa de una fuerza
sobrenatural.
En su rostro observamos unos ojos
entreabiertos, debido al peso de los parpados y a que están cegados por la visión
mística, y la boca entreabierta, como emitiendo el gemido del que habla la
santa en “su vida”. Bernini se inspiró para esto en el “pathos” de “Laocoonte”.
Su hábito tiene forma de cascada, es muy
voluminoso, da sensación de pesadez, y refleja la agitación del momento; además
cuenta con multitud de pliegues, que crean contrastes de claroscuro. Bernini
exterioriza su cuerpo, de tal forma que su hábito representa lo que le esta
sucediendo por dentro a Santa Teresa.
Su mano izquierda cuelga insensible, y sus
pies están suspendidos en el aire.
A la izquierda esta un ángel.
El rostro de este es sonriente (sonrisa
pícara) y angelical, y su mirada y sus gestos son suaves, lo que aporta
serenidad a la obra.
Con la mano izquierda sujeta parte del manto
de Teresa y con la mano derecha, una flecha elevada apuntando a debajo del
torso de la santa.
Su cuerpo medio desnudo está cubierto por ropajes
muy pegados al cuerpo, con formas que desvelan su anatomía; lo que nos recuerda
a la técnica clásica de los “paños
mojados”.
En cuanto a las texturas, hay mucho contraste y son muy variadas; blandas en las
carnes, duras y lisas en los ropajes de la santa, sutiles y pegados al cuerpo
en los ropajes del ángel, o rugosas en las nubes.
Bernini intenta comunicar a través de las
texturas los distintos tactos y calidades de las figuras, para dar mayor
sensación de naturalidad.
La composición
es en forma de aspa; típica del Barroco.
Esta forma de aspa se consigue con el cruce de
diagonales. Una diagonal va desde la cabeza del ángel hasta el pie de la santa,
cruzándose con otra formada por el cuerpo de la santa, y por ultimo encontramos
otra marcada por la flecha que sostiene el ángel. Esta última diagonal es
descendente, y representa el espíritu hecho carne; y por otro lado, la que
forma el cuerpo de la santa es ascendente, y representa la carne hecha
espíritu.
La santa parece ser arrastrada hacia abajo por
su manto, mientras el ángel se eleva como un espíritu.
La luz,
los efectos luminosos, juegan un papel muy importante en la obra.
A simple vista, la luz proviene únicamente de
la zona superior, y se materializa en los rayos de madera dorada, que simbolizan
lo divino. Pero si visitamos la iglesia al atardecer veremos el efecto lumínico
que buscó realmente Bernini; ya que detrás de la capilla hay una ventana oculta
con cristal amarillo, que por la tarde filtra la luz directa del sol, que
ilumina directamente a Santa Teresa.
Con esta magnífica obra, Bernini supo como
conseguir unos efectos escenográficos alucinantes, irreales por la luz y el
volumen.
El significado
de esta obra, lo que se representa, ha dado mucho que hablar; muchos puntos de
vista, numerosas críticas, felicitaciones, debates, etc.
Algunos dicen que se trata de un ataque
epiléptico sin más, otros un orgasmo sexual, y los mas acertados, que se trata
de amor por Dios.
Bernini, que no era nada ordinario, entendió a
la perfección que cuando Teresa escribió acerca de sus raptos, se refería al
anhelo de su alma por la unión consumada con Dios.
Lo que llevo a tantas mal interpretaciones y
especulación fueron las palabras utilizadas por Santa Teresa, ya que daban la
sensación de que el alma y el cuerpo eran la misma cosa.
Gracias
al gran trabajo que hizo Bernini con esta obra, la familia Cornaro adoró su
capilla y éste volvió a estar en lo más alto del arte.
Para concluir; el Barroco es un estilo
artístico que durante mucho tiempo fue considerado decadente y de poco mérito
al compararlo con su antecesor, el Renacimiento, y su sucesor, el Neoclásico.
Pero obras como el Éxtasis de Santa
Teresa enseñaron la maestría del momento y la genialidad del artista, Bernini.
Y la influencia
de esta obra y su autor en la escultura posterior fue inmensa, tanto barroca,
como neoclásica. Incluso muchas de sus características serian recogidas por la
pintura, como en el caso de Rubens.
“La
expresión de la Santa en pleno arrebato místico, constituye una de las más grandes
realizaciones de todo el arte barroco.”
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