Introduciéndonos
en la ciudad de Granada,
ciudad de origen misterioso sobre la que se han escrito numerosas leyendas,
encontramos La Alhambra. A esta
ciudad se le han atribuido multitud de antecedentes, llegando a remontar su
creación al bíblico Noé, pasando por Hércules, hasta distintas civilizaciones
mediterráneas.
El verdadero
origen de Granada surge con la tribu ibérica de los túrdulos, una de las primeras civilizaciones pobladoras de la
Península Ibérica, la cual le dio a la ciudad el nombre de Ihverir. Este territorio fue conquistado más tarde y convertido en
municipio por los romanos, dándole
el nombre ibérico de Illiberis y
latino de Florentia, por lo que ha
sido interpretada por algunos autores como “ciudad fructífera o florida”.
Tiempo después, en el 711 se produjo
la invasión musulmana. En el 745 un destacamento rezagado del ejército musulmán
procedente de Damasco, que había participado en la batalla fue a Córdoba para
reclamar su botín. Debido a su gran tardanza, se les ofreció un lugar en una
tierra alejada, la actual Granada sin imaginar en lo que se convertiría este
territorio después. A partir de entonces Iliberis se llamó Elvira para los musulmanes y en 1013 el fundador de la dinastía
zirí, la convirtió en un reino independiente. En 1238 Ibn al-Ahmar se proclamó
primer sultán nazarí, el único gobernante musulmán de la península tras aceptar
rendir vasallaje a Fernando III. Así la ciudad habría comenzado su mejor desarrollo social, humanístico,
económico, cultural y artístico. El hecho más destacado, fue la construcción de La Alhambra, por
encargo del rey al-Ahmar. El conjunto de la
Alhambra que ha llegado hasta hoy es obra de consecuencia de añadidos y ampliaciones
que realizaron los sultanes nazaríes con el paso del tiempo.
Entre 1238 y 1492, Granada
fue una de las grandes capitales del mundo. Tras la conquista cristiana la
Alhambra fue mandada preservar por los reyes, pero tiempo después fue abandonada
por los sucesivos gobiernos españoles. Carlos III la recuperó levemente pero la
posterior dominación francesa destrozó gran parte del conjunto. Finalmente, en
1870 la Alhambra fue declarada Monumento
Nacional y comenzó a ser recuperada del olvido. En 1984 fue declarada junto al Generalife Patrimonio de la Humanidad.
El
nombre de Alhambra proviene del color rojizo de sus muros (significa “castillo
rojo” en árabe). Al igual que el resto de los palacios árabes cuenta con una
estructura que permitía realizar la función de morada para servir de palacio al
sultán y a la vez ser la sede del aparato administrativo del Estado. Así
podemos dividirla en varias dependencias que comentaremos más adelante.
Su
recinto amurallado ocupa 104.697 metros
cuadrados, a los que se suman otros tantos del Generalife. Vista desde el exterior, tiene un aspecto totalmente
fortificado, lo que le da la
apariencia de castillo. Sin embargo, dentro de sus muros encontramos una auténtica
Ciudad Palatina, cuya única zona
militar es la Alcazaba, la parte más
antigua del conjunto. Desde ésta parte la Calle
Real, que bordea los palacios y llega hasta la zona urbana propiamente dicha, donde aún se pueden observar los
restos de las viviendas y talleres de los servidores de los soberanos nazaríes.
La
muralla que rodea la Ciudad Palatina
tiene cuatro puertas principales: dos al Norte, la de las Armas y la del
Arrabal, y dos al Sur, la de la Justicia y la de Siete Suelos.
Haciendo un breve
recorrido por el recinto, nos introducimos primero en el área intramuros de la Alcazaba, lugar destinado a paradas
militares en tiempo de paz y a establecer la defensa en el momento de la
batalla, un espacio sin apenas construcciones. Este lugar era también un área
residencial para la guarnición de élite al servicio del Sultán, para la vigilancia
y control de la Ciudad Palatina, que actualmente se conoce con el nombre de Barrio
Castrense. A lo largo de la Calle Real existían varios edificios públicos, viviendas y pequeñas industrias.
En
el siglo XVI, Carlos V decidió edificar
su Palacio Real en la Alhambra, lo que cambió la imagen del recinto
notablemente. Desde la antecámara de las habitaciones del emperador se pasa a
una galería denominada “El Peinador de la Reina”.
Por
otra parte, encontramos el Patio de Machuca,
centrado por una alberca en el que
destaca el pórtico corrido al Norte.
El
Mexuar era
utilizado para las reuniones del Consejo de Ministros y el Oratorio
era el espacio reservado para la oración. Además
encontramos la Mezquita, lugar
sagrado para el Imán
y jefe de los Creyentes.
Llamamos
“Cuarto Dorado” a la sala utilizada por los administradores y secretarios de la corte musulmana
para anotar y ejecutar las sentencias del Sultán. Consta de una bella techumbre
de madera, repintada y decorada. Su fachada constituye la entrada al Patio
de Comares, que comentaremos más tarde, en el que destaca la Sala de la Barca, la Torre de Comares, la más alta de
la Alhambra (45 metros), el Salón de Comares y el Baño de Comares.
Siguiendo con el Palacio de los Leones, vemos
que está estructurado en torno a dos espacios ambivalentes: el primero
en reconocerse es la Sala de los Mocárabes que debió servir de
recepción. Por otro lado, el situado al Sur se desarrolla en torno a la Sala
de los Abencerrajes, llamada así al ser escenario de sangrientas disputas
cortesanas. Otras salas de las que dispone el
Palacio son: la Sala de los Reyes, la
Sala de los Ajimeces y la Sala de las Dos Hermanas, de la que parte el mirador de Lindaraja. A espaldas del Palacio de los Leones encontramos la Rauda,
donde la familia real enterraba a sus difuntos.
Otros
dos patios que debemos nombrar son el Patio
de la Reja, con una pequeña fuente en su interior, y el Patio de la Lindaraja, de estructura
semejante al anterior, pero de carácter claustral.
Avanzando por la estrecha calle comunicaba los palacios
de la Alhambra, encontramos un ceñido andén que recorre el muro del Palacio
de Yusuf III, actualmente derruido. Frente a los restos de este
palacio, nace la calzada empedrada
que unía el interior de la Medina de la Alhambra con una de sus puertas
exteriores. A partir de aquí se desarrolla el Paseo de las Torres, que comunica los Jardines del Partal
con la Alhambra Alta y el Generalife.
La
Alhambra consta de una estructura
urbana, heredera de la tradición andalusí e islámica, que ha sufrido
diferentes transformaciones debido
a un gobierno inestable y una política cambiante.
Atendiendo
a sus aspectos técnicos, empezamos
por nombrar los materiales con los
que fue construida La Alhambra. Su principal característica es que son pobres. Se utilizó ladrillo recubierto de yeso
y estuco, en pilares bóvedas y arcos.
También mampostería y mármol en las columnas y suelos y además
la madera de los techos. Estos materiales
que en principio parecen tan sencillos, son los que le dan la gran belleza al
palacio, principal característica del arte islámico, ya que los elementos
ornamentales ocultan la pobreza de los materiales constructivos.
Para
su construcción sólida y fuerte se
utilizaron sillares de piedra y mortero con arcilla
ferruginosa. En su interior la Alhambra alberga diferentes sistemas de revestimiento. Las columnillas de
mármol tienen un fuste estilizado y esbelto que emana de un plinto cuadrado,
algunas con basa y otras no. Hay capiteles de dos tipos, unos con mocárabes y
los otros con dos cuerpos. Sin embargo, el papel
constructivo reside en los adintelamientos
superiores y los pilares de descarga.
La Alhambra se compone de pequeñas estancias
arquitrabadas con techumbres planas ordenadas en torno a patios. La principal preocupación de los arquitectos fue cubrir con decoración
cada espacio, por pequeño que fuera, haciendo uso del horror vacui mediante los principales elementos decorativos
islámicos:
En primer
lugar, la epigrafía, arte de la
escritura bella. Es la manifestación artística islámica más importante, ya que
con ella se da forma a la palabra de
Dios. Tiene una doble función: ornamental e iconográfica. Ésta alberga
fragmentos del Corán, el libro sagrado de los musulmanes. Se presenta en letra
cursiva haciendo alusión a Alá y su profeta Mahoma. Las inscripciones
epigráficas son de varios tipos y en ellas destaca la frase “Wa la ghalib ila Allah” que significa
“Sólo Dios es vencedor”.
A continuación el ataurique o decoración vegetal, que fue la más utilizada en el Palacio
de la Alhambra. Tal y como indica su nombre, consiste en decorar con motivos
vegetales el espacio. En la decoración
islámica estos motivos vegetales pueden aparecer reflejados tanto en yeso como
en barro vidriado.
Por último, los motivos geométricos, en los que
destacan las lacerías. En el Islam
se presenta a través de la geometría la indivisibilidad de Dios. Tienen como
forma perfecta el círculo y elaboran un diseño sencillo. Se trata de un arte más
intelectual que emocional, de base matemática. A su vez, las lacerías, son ornamentaciones
geográficas que consisten en una serie de líneas entrecruzadas, alternadas unas
sobre otras formando figuras estrelladas y poligonales. Además destaca también
la labor de sebka ,un motivo
ornamental difundido por los almohades que presenta una retícula de rombos
lobulados o mistilíneos.
La
decoración en mocárabes destaca
principalmente en la Alhambra y es de una gran riqueza. Aparece en las
techumbres en las que las maderas y el yeso simulan estalactitas formando
alvéolos a distintas alturas. Supone la decoración de prismas, yuxtapuestos y dirigidos hacia abajo, que
acaban en un estrechamiento llamado prismático, cuya superficie inferior es
cóncava.
Podemos observar en estos elementos
decorativos una disposición reiterativa
de los motivos decorativos, el paso del realismo a la estilización
y la densidad ornamental es constante (horror vacui). Además se busca la
supresión de la materia, jugando con la luz y los brillos.
El agua, los colores, la vegetación y la luz están presentes en todo
el palacio. La primera, actúa como
un espejo que refleja las fachadas del edificio, aporta sonoridad percibida al
pasear por el recinto, dando una sensación de serenidad. Además contiene un
poder vivificador de las plantas. Se presenta en tres estados naturales, asociados
a formas geométricas. Todo ello hace que el visitante pueda disfrutar de una experiencia sensorial utilizando el sentido del tacto, el oído y el
olfato.
Son
muchas las diferentes salas y espacios de la Alhambra que se pueden analizar. En
este caso nos centramos en dos: El
Cuarto de Comares y el Mirador de Daraxa:
El Cuarto de Comares.
Fue
construido durante el reinado del sultán Yúsuf
I y continuado por su hijo Mohamed V
los dos reyes más famosos de la dinastía nazarí. Este lugar constituía la residencia
oficial del monarca y
también
la sede del Trono.
La
fachada del Cuarto Dorado, rica en decoración, constituye
el acceso a este palacio, en ella se abren dos puertas. Encontramos así la Sala de la Barca, gemela a la meridional pero mayor en la estancia
en sí. Es una sala porticada y consta de seis columnas y siete arcos de medio punto, siendo el central
el más grande. Los arcos están
decorados con paños de yesería,
atauriques, epigrafía y paños de sebkas. Tanto estos elementos como las albanegas son similares en ambos lados.
Las columnas de las arquerías son finas
debido al ligero peso de los materiales que sostienen. Están formadas por basas áticas, un delgado fuste cilíndrico anillado y un capitel cilíndrico cada vez más ancho
acabando en un volumen cúbico decorado.
El
Cuarto de Comares presenta en su exterior un espacio rectangular en cuyo centro se sitúa la alberca,
aljibe o estanque para guardar el agua, un elemento típico de los palacios
hispanomusulmanes. Ésta cumplía la función de baño público o frigidarium, disponiendo en sus extremos
de varias fuentes y arrayanes. En ella se refleja la fachada del Cuarto de
Comares. Por esto el patio recibe otros dos nombres: Patio de la Alberca o de
los Arrayanes. En este Cuarto se juntan el agua,
la luz y la vegetación. Precisamente Yusuf quiso que la decoración de su
residencia oficial dejara maravillado a los visitantes, por lo que ordenó que
se adornara de manera exquisita. Es un lugar con un contenido poético muy rico.
El Mirador de Daraxa.
Este
mirador es parte de la Sala de las Dos
Hermanas, la cual se encuentra dentro del conjunto del Palacio de los Leones.
Situada en la zona del patio norte, tiene una planta rectangular subdividida a
su vez en tres habitaciones: la central, cuadrada, que es la propia Sala de las
Dos Hermanas, y las otras dos rectangulares: la Sala de los Ajimeces y El Mirador
de Daraxa o Lindaraja. Estas salas se destinaron a las damas distinguidas
para que tuvieran sus aposentos. Situados en la Sala de las Dos Hermanas, podemos
afirmar que debe su nombre a las dos grandes losas gemelas de mármol que
contiene la fuente situada en su pavimento, la cual cuenta con un surtidor y un
canalillo que conducen el agua hasta el Patio de los Leones. La sala es
cuadrada y tiene su entrada en un arco semicircular festoneado (con intradós
decorado con ondulaciones convexas) que conserva las puertas de madera
originales. En ella, el elemento
decorativo más destacado es la cúpula de mocárabes formada por un tambor
octogonal, sobre el que se superpone la carcasa de madera. Su diseño geométrico
se conoce como el lazo de a ocho. Éste parte de una estrella de ocho puntas
cuyos brazos se prolongan por rotación mediante la caída de más de 5000
celdillas. Fue elaborado por los mejores matemáticos y astrólogos granadinos
del momento imaginando una cartografía del cielo tal y como lo entendían los
musulmanes. Así, la iluminación perfectamente estudiada hace que mediante la
abertura de las ventanas del tambor, los mocárabes dorados reflejan la luz que
proviene de ellas y cree el efecto de un cielo estrellado. Además es de
destacar la gran abundancia de decoración de la sala, por sus yeserías, los
estucos y sobre todo la riqueza de los zócalos.
Desde
la Sala de los Ajimeces entramos al mirador
por un gran arco apuntado de mocárabes, es una de las zonas más conocidas de La
Alhambra, desde el que se veía el exterior y disfrutaban de la idea musulmana de paraíso. El nombre de Lindaraja deriva de Ayun Dar Aisa, “los ojos
de la casa de Aisa”. En cada una de sus dos paredes laterales tiene un arco y en
la pared restante se abre la ventana más ancha, que contiene dos arcos que
miran al Patio de Daraxa, cerrado
por las Habitaciones de Carlos V. Estos dos arcos gemelos son de medio punto y
festoneados en el intradós. Se apoyan en finas columnas anilladas de mármol y
capitel cúbico, con decoración de atauriques y meandros. Sobre los ventanales aparecen
unos arcos de mocárabes, en cuyos
paños aparecen inscripciones de alabanza a Dios, a Mohamed V y poesías. Sobre el zócalo alicatado de sus muros encontramos una
exuberante decoración en estuco, con variedad de formas decorativas. Culmina en
una serie de arquillos ciegos, que soportan un friso con el lema de los reyes
nazaríes «sólo Dios es el vencedor». El suelo
también es de azulejos, aunque se encuentra muy deteriorado. La techumbre, recientemente restaurada, es una armadura de
madera de pino, en forma de artesa invertida, con cristales coloreados, que
proporcionaba gran iluminación. Desde los alféizares de las ventanas, muy
bajos, se podía contemplar originariamente el bosque de la Alhambra, el valle
del Darro, el barrio del Albayzín. Sin embargo, la construcción de las
habitaciones del emperador al otro lado del jardín de Daraxa obstaculizó esta
panorámica.
Referidas a la ciudad
encontramos citas como la de un poeta árabe que dijo que Granada “es la esposa que se muestra al monte, su marido”. También Bill Clinton, que contemplándola desde el Mirador de San Nicolás, dijo haber asistido a «la puesta de sol más bella del mundo». Por último, queriendo hacer referencia a su gran belleza Julio
Neira dijo: “Ningún poeta es inmune a la
Alhambra”.
Finalmente podemos afirmar
que nuestra percepción de la Alhambra debe mucho a
la de los escritores y artistas románticos que en el siglo XIX la descubrieron,
recrearon, mitificaron y divulgaron por todo el mundo. Uno de los primeros fue
el norteamericano Washington Irving, con su creación Cuentos de la
Alhambra.
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