LOS MOSAICOS ROMANOS
La etimología de mosaicos derivas de mouseas, que en griego
clásico significa “musa”. Se creía que la confección de los mosaicos era un
arte tan sublime que sólo podía realizarse cuando los artistas eran inspirados
por estos seres mitológicos.
Los primeros indicios del mosaico en Roma son de finales
del siglo III a. C., aunque la técnica de los mosaicos se remonta al Antiguo
Egipto donde era usada para decorar los tronos de los faraones; también se
conocía y se utilizaba en Asia Menor en la cual destacaron artistas como
Hefestión y Sosos de Pérgamo. Los romanos, como hicieron con prácticamente todo
tipo de arte que desarrollaron, digirieron todas estas influencias, las
adaptaron y las perfeccionaron.
Algunos de los mosaicos más vistosos y mejor conservados se
encuentran en Pompeya, ciudad romana que fue soterrada cuando el Vesubio entró
en erupción en el 79 a. C. “Gracias” a este suceso los mosaicos allí hallados
han permanecido prácticamente intactos. Uno de los más famosos es la representación
de Alejandro Magno, hallado en la Casa de Fauno (hogar del hijo de un dictador)
que representa la batalla de Issos. Otros ejemplos serían los mosaicos de Túnez
y Siria.
La obra del mosaico se
realizaba sobre todo en grandes superficies planas, como paredes, suelos y
techos, pero también se adaptó a simples objetos o pequeños paneles. Y los
temas más frecuentes estaban relacionados con la mitología, las escenas de
caza, escenas de atletas en las palestras o la iconografía de los monstruos
marinos para ornamentar las termas. No obstante, también se daban los mosaicos
puramente geométricos diseñados con grecas, estrellas o arabescos.
En cuanto a su composición técnica, se partía de una
pintura que servía de modelo. Entonces se sacaba una plantilla en tela sobre la
que se colocaban cuidadosamente las piedras
siguiendo el dibujo pero con su posición invertida, de manera que la cara que
después quedaría expuesta permanecía oculta a los ojos del artesano. Luego se
aplanaba la superficie y sobre cemento se iban situando las piezas hasta
completar el conjunto, que finalmente se aglomeraba rellenando los huecos con
masilla.
Los mosaicos se tallaban de
distintas maneras, las había de distintos tamaños y por ello podemos distinguir
los siguientes tipos:
·
El opus tessellatum: se realizaba con las teselas que son piezas de forma
cúbica, hechas de rocas calcárea, vidrio o cerámica, muy cuidadas, elaboradas de
distintos tamaños. El artista las disponía sobre la superficie, como un puzzle, distribuyendo el color y la forma
y mezclándolas con una masa de cemento.
·
El opus sectile: sus dibujos estaban realizados con piedras de diferentes tamaños,
generalmente de mármol de varios colores. La técnica era recortar placas de mármol de diversos colores para componer las
figuras geométricas, de animales o humanas. Se utilizaban para el suelo.
·
El opus vermiculatum de origen egipcio (de vermis, que significa gusano) hacía uso de piezas
muy pequeñas con las que se alcanzaba una gran precisión, perfilando los bordes
de las figuras representadas y las zonas que requerían mayor detalle.
·
El opus signium que confería a las obras una gran resistencia, a veces, para darle más
consistencia se añadían a la masa guijarros y piedras machacadas.
El mosaico ha perdurado a lo largo del tiempo y su
heredero más inmediato fue el mosaico bizantino. Se siguió elaborando en el
Imperio Romano de Oriente en muros, bóvedas de las iglesias y mausoleos que
brillaban con la nueva aportación, el recubrimiento con láminas de oro o plata.
Se representaba sobre todo la iconografía cristiana y ejemplos de esto podemos
encontrarlos en Estambul, Venecia o Rávena.
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