sábado, 17 de mayo de 2014

EL CARNAVAL DEL ARLEQUÍN

EL CARNAVAL DEL ARLEQUÍN
El carnaval del Arlequín es un cuadro  de Miró que fue pintado en París en 1924 -1925.
Miró decía que: “Intentó plasmar las alucinaciones que me producía el hambre que pasaba. No es que pintara lo que veía en sueños, como decían entonces Bretón y los suyos, sino que el hambre me provocaba una manera de tránsito parecido al que experimentaban los orientales”.[


Compuso Miró un pequeño texto poético en 1938 sobre este cuadro: "En la madeja de hilo deshecha por los gatos vestidos de arlequines ahumados retorciéndose y apuñalando mis entrañas..."
Joan Miró nació en Barcelona el 20 de Abril de 1893. Siguiendo los deseos de su padre estudió en la Escuela de Comercio de Barcelona y asistió a las clases de la Escuela de Bellas Artes. Ejerció como contable en la droguería Dalmau y Oliveres durante dos años ya que no consigue adaptarse al trabajo y esto le provoca una crisis nerviosa que le obligó a retirarse durante un largo periodo en una casa familiar en el pequeño pueblo de Mont-roig del Camp y aquí es cuando decide dedicarse completamente a la pintura.
De regreso a Barcelona, ingresó en la Academia de Arte dirigida por Francisco Galí, en la que conoció las últimas tendencias artísticas europeas. Sus primeras obras, entre 1915 y 1918, están influidas por Cézanne, Van Gogh, el brillante colorido fauvista y las formas fragmentadas del Cubismo.                                                                                                                
En ellas, muestra ya su gusto por las figuras, los paisajes, retratos y desnudos.        
En 1919, Miró viaja a París y conoce a Picasso, Jacob y algunos miembros de la corriente dadaísta, como Tristan Tzara. A pesar de su afinidad creativa al Surrealismo, nunca estuvo plenamente integrado en el grupo. Sus obras son extraídas del subconsciente con mucha fantasía. Miró quería hacer una mezcla de arte y poesía, creando así un arte nuevo.El campesino catalán de la guitarra, El carnaval del arlequín o Interior holandés I, responden a una visión fantástica.
Hacia 1934, Miró inicia su Periodo Salvaje, son años de una abstracción más acentuada, sin abandonar el dramatismo. A causa de la Guerra Civil, decide quedarse en París junto a su mujer, Pilar Juncosa y su hija. Inicia una pintura atormentada y gestual cuya máxima expresión es El segador. También realizó Naturaleza muerta con zapatos viejos que reproduce la sensación de angustia, de dolor y de pánico que se  estaba viviendo en España. Afectado por la victoria del General Franco y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial se refugia en Varengeville, un pueblo normando. Aquí su carrera da un giro definitivo, inicia sus Constelaciones, que luego terminará en Palma de Mallorca. Son veintitrés pequeñas composiciones inspiradas por la contemplación del cielo estrellado de la costa normanda, donde descubre un nuevo concepto del espacio que anticipa buena parte de la pintura no figurativa posterior a 1945. En El pájaro migratorio, vemos dos figuras.  Mujer, pájaro y estrella es una de sus obras más conocidas en las que se observa la facilidad de Miró para combinar los colores y las formas geométricas. En 1941, regresa a España. Continúa depurando su lenguaje y probará nuevos soportes y materiales. Desde 1956 hasta su muerte, en 1983, vivió retirado en Palma de Mallorca.
Experimentó otros medios artísticos, grabados, litografías, acuarelas, pasteles, collages, escultura y escenografías teatrales, realizando también los grandes murales cerámicos La pared de la luna y La pared del sol para el edificio de la UNESCO y el mural del Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid. En 1975 se inauguró en Barcelona la Fundación Miró, cuyo edificio diseñó su gran amigo Josep Lluís Sert.
TEMA
El camino de libertad del ensueño, de lo onírico, lleva a la creación de un mundo fantasioso.
En la obra se aprecia una clara tendencia por parte del pintor a llenar toda la superficie del cuadro con muchos elementos, símbolos abstractos que crea, utilizando un lenguaje propio, basados en formas de la naturaleza, con composiciones abigarradas destacando el ojo como la presencia del hombre, la escalera, símbolo de la huida y la evasión, pero también de la elevación; los animales y, sobre todo, los insectos, que siempre le interesaron mucho. O la esfera, a la derecha de la composición, una representación del globo terrestre; en palabras del artista: "ya entonces me obsesionaba una idea: ¡He de conquistar el mundo!".
 A través de una ventana que se abre al exterior se advierte un azul del cielo con una pirámide de color negro, que Miró dijo ser la Torre Eiffel, una especie de llama roja, y un sol, con juguetes fabulosos, curiosos animales o criaturas semihumanas.  Algunos de los elementos aparecen representados posteriormente en otras obras, como las escaleras que pueden servir tanto para reflejar huida y la evasión o la ascensión, o los insectos, su gato, la esfera oscura (el globo terráqueo), etc.
Entre sus signos mezcla miniaturas de objetos reales con signos inventados, como una guitarra o un dado que, a la vez se complementan perfectamente con grafismos convencionales. También se ven notas musicales en un pentagrama que refleja el lenguaje de la guitarra.
La composición de los objetos sus figuras alargadas, agusanadas y amiboideas resbalan y flotan en el espacio irreal entre objetos y animales. Los objetos que se distribuyen por el espacio dan sensación de flotar al estar colocados en una habitación en la que el suelo y la pared están realizados con perfecta perspectiva. Todo está lleno de vida que se muestra con el movimiento de la obra.
La técnica es miniaturista y meticulosa creada con gran sensibilidad y un extraordinario gusto innato, que casa perfectamente con el ambiente festivo que debe acompañar al carnaval.
La fantasía de colores que aparece en esta obra es prácticamente insuperable, destaca siempre por la utilización de los colores primarios (el azul, el amarillo y el rojo) utilizando además el blanco y el negro. Precisamente son los colores los que nos mueven a través de las diferentes figuras del cuadro, pero sin una dirección marcada por el artista, sino por el propio espectador.

El Carnaval del Arlequín es una obra detallista que exige una lectura detenida. Los colores, sobre todo los primarios, obedecen también a esta lectura detallada y participan igualmente de la unidad armónica del cuadro aportando más dinamismo a la obra.
Este de óleo sobre tela, de 66 x 93 cm., se conserva en la galería Albright-Knox de Buffalo, Nueva York.

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