Este
cuadro fue pintado por Vincent Van Gogh en 1889. La obra trata de las vistas
nocturnas que tenía Van Gogh desde su habitación en el sanatorio mental de
Saint-Remy, donde pasó los últimos años de su vida. Esta es una de las obras
más conocidas y más gloriosas del autor. Vincent vio unas estrellas danzantes
en una noche iluminada desde su celda oscura y solitaria, más o menos como fue
su vida.
Vincent
nació en la ciudad de Groot-Zundert, Países Bajos, 1853. Fue el mayor de una
caterva de seis hijos de un pastor protestante y es reseñable su relación con
su hermano menor, Theo, que lo apoyó emocional y económicamente. Se cartearon
durante años y en esas epístolas, Vincent expresaba con un lenguaje lleno de
lirismo y sensibilidad todos los sentimientos y todos los tormentos que se
apoderaban de él.
“Para el arte no estaría mal vivir más de una
vida”, le confesará en ellas.
Estudió
en París y residió en Londres donde señaló el inicio de una primera etapa
creativa. Hacia 1880, descubrió en la pintura su auténtica vocación,
considerándola una vía para consolar a la humanidad. En los primeros años de la
década de 1880 estudió con diversos pintores, entre los que cabe destacar a
Anton Mauve. Su rápida evolución y el conocimiento de los impresionistas lo
llevaron a abandonar la enseñanza académica y a reunirse con Theo en París en
1876. Su hermano le presentó a Pissarro, Seurat y Gauguin, hecho que
transformaría su pintura por completo. Allí creó El retrato de
Le Père Tanguy, inspirado en la pintura nipona. Su interés por el color y por la
captación de la naturaleza lo indujo a trasladarse a Arles, donde su obra fue
progresivamente expresando con mayor claridad sus sentimientos sobre lo
representado y su propio estado mental. Pero las sombras que se cernían sobre
el artista eran cada vez más acusadas, la primera crisis mental, en la que se
cortó parte de la oreja izquierda, tuvo lugar en la Navidad del mismo año 1888.
Pintó Terraza de café por la noche.
En abril del año siguiente, ante el temor a perder su capacidad para trabajar,
pidió ser ingresado en el hospital psiquiátrico de Saint-Rémy-de-Provence donde
permaneció doce meses. Por consejo de su hermano, viajó a Auvers-sur-Oise
(Francia). Allí, su pintura alcanzó el culmen, pero no el ánimo del pintor que
finalizó con su vida pegándose un tiro en el pecho en el año 1890. Sus últimas
palabras fueron: “la tristeza durará por
siempre”.
En
cuanto al cuadro que nos corresponde, se ven el él claras características que
se repiten a lo largo de la producción artística de Van Gogh como la pasión por
la naturaleza, la utilización de colores planos y vibrantes o el uso de líneas
claras y decorativas.
Es
un óleo sobre lienzo, sus medidas son 74x92 cms y actualmente está en el MOMA
de Nueva York.
En
sus aspectos formales, la obra se puede dividir en cuatro planos: la de los
árboles, el pueblecito, la línea montañosa y el cielo. Encontramos que la línea
del horizonte está baja para darle todo el protagonismo al cielo. Los cipreses
y la iglesia le dan verticalidad a la escena. Además, los cipreses constituyen
un elemento unificador de lo terrenal y lo celeste, crean contraste con la
horizontalidad predominante y dan dinamismo al cielo. Así, la perspectiva no es
una tradicional, sino más bien rudimentaria conseguida sobre todo con la imagen
del ciprés.
La
línea transmite una gran carga
expresiva. Se engrosa acentuando la direccionalidad y el sentido rítmico,
sugiriendo volúmenes. Las líneas son predominantemente curvas para expresar un
movimiento ondulante, danzante marcando recorridos visuales como las líneas
sinuosas del ciprés del primer plano o aquellas que reproducen los astros y dan
la sensación de vivacidad, baile y un movimiento casi eufórico.
Las
únicas líneas rectas son las de los tejados de las casas. Los contornos de las
casas del pueblo están marcadas con gruesos trazos de tonos oscuros, igual que
las montañas, que recuerdan la técnica del cloisonnismo (poner en contraste violento zonas de colores puros separadas con
líneas muy acusadas causando un efecto que recuerda las vidrieras medievales)
empleada por Gauguin.
Pero
claramente, lo más llamativo de esta obra es su color. El color no se
corresponde con la realidad, sino con las emociones. El equilibrio de color
afecta directamente a las connotaciones que los colores predominantes producen
en quien las contempla, aunque si esto fue intencionado o no, sigue en debate.
El autor expresa los efectos de la naturaleza mediante la luz y el color. Así,
predominan los colores primarios azul y amarillo en una sugerente gama que va
desde las tonalidades más oscuras a las más claras, jugando así con colores
complementarios. Hay un contraste entre la luminosidad del cielo y la oscuridad
del pueblo, un color cálido, el amarillo, con un color frío, el azul. El pueblo
es azul como las montañas que pinta al fondo y esto da una sensación de quietud
y silencio en la tierra.
Esta
obra ha tenido múltiples interpretaciones, una bíblica, basándose en el
episodio del Génesis (37,10) según el cual, José tiene un sueño con once
estrellas, el sol y la luna, la cual no estaría del todo desencaminada ya que
Van Gogh estudió teología y era buen conocedor de esta. También, puede que esta
imagen simplemente muestre la degradación mental del artista y realmente fuese
así como percibiese la realidad. O podría tratarse de algo más simbólico como
los intentos del artista por encontrar siempre la belleza en el mundo, las
estrellas que danzan, el cielo que se ilumina en la noche.
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