viernes, 2 de mayo de 2014

grabados de goya

Francisco de Goya y Lucientes fue un ilustre artista cuya producción artística se celebra incluso hoy en día. Su maestría reside en el carácter atemporal de sus obras, siendo clásicas, románticas, expresionistas y surrealista a la vez que ninguna de estas corrientes, teniendo valor y significación original y propia.
Goya nació en Fuendetodos en 1746 y creció rodeado de arte. Se mudó a Madrid y después realizó un viaje a Italia donde se presentó a un concurso convocado por la Academia de Parna que le otorgó cierto éxito. Cuando regresa a Zaragoza, se casa con Josefa Bayeu, la hermana de Francisco Bayeu, su mentor y amigo, en 1773. Un año más tarde, es contratado para trabajar como cartonista en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara hasta 1791. Estos tapices se utilizaban para decorar las habitaciones en las residencias reales. Los tapices goyescos tienen un deje costumbrista y tradicional. Destacan la Vendimia o la Primavera.
En 1788 con la muerte de Carlos III y el ascenso de Carlos IV, Goya escala socialmente y es nombrado pintor de cámara en 1789, además de ganarse la amistad del monarca. Durante la década de los 90, una grave enfermedad deteriora su oído hasta dejarlo completamente sordo. También durante esta época inicia su serie de grabados que explicaremos más en detalle a continuación.
Durante el año de 1795 conoce a la duquesa de Alba, una especie de Mecenas de la época. Se dice que mantuvieron una relación mucho más que amistosa, pero no hay pruebas de ello. En el 99 se publican los Caprichos. Cuando se anunció su venta en el Diario de Madrid, su contenido se pone de tela de juicio por la Inquisición, por ello, astutamente le regala la serie a Carlos IV.
Sigue trabajando prósperamente para el rey realizando retratos como la Duquesa de Chinchón, sus Majas o la Familia de Carlos IV. Cuando estalla la Guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas, la producción de Goya se ensombrece y adopta un tono oscuro y pesimista. Lo atestiguan los Fusilamientos del 3 de mayo, obra de un horror descarnado. La llegada de Fernando VII al trono no es bienvenida por Goya, cuyo pesimismo se acentúa en las Pinturas Negras. Se exilia a Burdeos con impotencia ante el régimen absolutista y asfixiante de Fernando y allí muere en 1828.
El grabado es el resultado del trabajo realizado sobre una superficie de madera o metal, llamada plancha, por medio de instrumentos cortantes, punzantes o de ácidos que atacan la superficie metálica. Es el primer intento de intentar producir arte que llegue al alcance de muchos antes de la fotografía.
Antes de Goya, destacan los trabajos de grabadores de Durero o Rembrandt, pero por aquel entonces el grabado era considerado un arte menor.
Los Caprichos carecen de una estructura organizada y coherente, pero sí tienen importantes núcleos temáticos. Los temas más numerosos son tales como la superstición en torno a las brujas (que predominan a partir del Capricho 43 y que le sirve para de forma tragicómica expresar sus ideas sobre el mal), la vida y el comportamiento de los frailes; la sátira erótica; y en menor número la sátira social de los matrimonios desiguales, de la educación de los niños, de la Inquisición.
Inspirado profundamente por el pensamiento ilustrado, Goya criticó estos y otros vicios sin un orden diferenciado. Lo que hizo fue mostrar escenas tétricas dotadas de una terrible cotidianidad en escenarios extraños.
De este modo, podemos dividir los Caprichos en dos partes: en la primera mitad presentó sus grabados más realistas donde satirizaba el comportamiento de los seres humanos desde el punto de vista de la razón. En la segunda parte, se dan las imágenes más fantásticas y oníricas donde siguiendo la lógica del absurdo pintó visiones delirantes con seres mágicos.
Más detalladamente, en la primera parte, uno de los grupos más numerosos y más autobiográficos es el dedicado a la sátira erótica. Se presenta el supuesto desengaño amoroso con la Duquesa de Alba que está planteado en varias estampas en las cuales principalmente critica su promiscuidad. Como contrapunto aparece en segundo plano la confidente y guía de los amores femeninos, la vieja celestina.
También dedica un espacio donde critica los convencionalismos sociales, Goya lo hace deformando hasta la exageración los rasgos de los que encarnan los vicios y torpezas humanas. En las imágenes que se presentan se critican los matrimonios de conveniencias y la lascivia masculina.
A partir de la lámina 43, el grupo más original donde la fantasía goyesca alcanzó la máxima expresión con las invenciones más desbordantes se conoce como Brujerías o Sueños. En esta parte el mal en los Caprichos está reducido al absurdo, dibujando lo demoníaco como fruto del error del hombre por separarse de las vías de la razón.
Goya en las brujerías cree en la existencia del mal y lo expresa en seres de una fealdad repulsiva. Mediante una fantasía desbordante deforma los rasgos de los rostros y cuerpos de estas brujas tragicómicas sugiriendo nuevas formas de maldad.
Un grupo que se desarrolla paralelo al de las brujas es el de los duendes. La creencia en duendes era una superstición menor, que no inspiraba terror y se les veía de forma familiar, festiva y burlona, sin embargo, en la segunda mitad del siglo XVIII la palabra duende significaba a menudo fraile, ello explica que los duendes de Goya vayan vestidos con hábitos religiosos. El artista los trata inicialmente como personajes inofensivos. Pero cuando las láminas avanzan estos se transforman progresivamente en seres siniestros cuyas acciones son mucho más oscuras de lo que habían parecido en un principio. La intención de Goya podría ser la de señalar que los verdaderos duendes son los curas y frailes que tienen poco de los principios de pureza cristiana y han caído en los vicios de la amoralidad.
El grabado que vamos a comentar más en detalle, es el grabado nº 43: El sueño de la razón, que es el que se cree que separa la serie de las sátiras y el de las brujerías. Esta obra fue pensada originalmente para la portada de los "Caprichos", pero finalmente lo sitúa en el inicio de las escenas de brujas. Actualmente pertenece a una colección particular de Zaragoza.
En este grabado se nos muestra a un hombre dormido encima de una mesa, rodeado de aves nocturnas, murciélagos, búhos, y de un gran gato, en aquel momento símbolos frecuentes de la estupidez y de la ignorancia y también del diablo y lo demoníaco. A los animales nocturnos se les suma un lince, animal famoso por su aguda visión debido a que la ceguera y la visión aguda siempre coexisten. 
En él, Goya utilizó la técnica del aguafuerte sobre una lámina de cobre. Esta se cubre con un barniz y sobre ella se prepara el dibujo con una aguja. En la superficie descubierta actúa el ácido nítrico que vertemos corroyendo el metal. En la plancha quedan los surcos realizados por el ácido. Según se ha marcado el dibujo estos surcos son más profundos o menos. Seguidamente se aplica tinta sobre la plancha y se presiona contra el papel surgiendo así el grabado.
La luz es una característica muy importante ya que recae directamente sobre el cuerpo del personaje y deja oscurecidas algunas lechuzas y el fondo, lo cual da sensación de profundidad. La composición gira entorno a un primer plano en el que se encuentra el personaje dormido sobre una mesa, en la que figuran esparcidas hojas de papel de dibujo y lapiceros con carboncillo (utensilios asociados a los pensadores e intelectuales); y un segundo plano en el que quedan las criaturas nocturnas. Las alas abiertas de estas aves transmiten una sensación de movimiento.
El significado del grabado oscila así entre una visión abiertamente positiva de la razón, la cual, no obstante, no debe dormirse, ni soñar al dormir, ni ser presa de la imaginación-; y una visión negativa, que ve todos los productos de la razón como monstruos y a la razón misma como monstruosa.
El hombre que duerme simboliza, en principio, a la razón que duerme. Al caer dormido, aparecen animales de la noche que le rodean, y le contemplan desde su mundo de sombras, al parecer amenazantes, aunque también puede suponerse que vienen en su auxilio. El durmiente puede ser presa de sus monstruos al caer dormido; es decir, la razón puede ser atrapada por los monstruos cuando pierde su rumbo. Por otro lado, puede ser que estos monstruos -bajo la forma de las plumas traídas o tomadas por la lechuza- vengan, al contrario, en ayuda del durmiente como fuentes de su creatividad. También se ha interpretado a la lechuza como símbolo de Minerva, diosa de la sabiduría, que guía y protege la razón del hombre.
Goya se debate, así, del mismo conflicto de la razón. Por un lado, la defiende; por otro, la relativiza y la ubica en un lugar que no es de absoluto dominio del pensamiento o del intelecto artístico. Goya, el artista, no nos hace simplemente una declaración de principios a favor de la Ilustración; sino, mas bien, nos avisa que no es posible dejar de lado la alteridad de la razón por un lado y, por otro lado, nos señala la necesidad de ver el arte, como un camino del pensamiento y del intelecto que no puede ser reducido por la razón, ambos han de coexistir y beneficiarse el uno del otro.

Los Caprichos anticiparon la sensibilidad y el desplazamiento hacia un arte en el que predominan la subjetividad y la libertad creativa. Son un símbolo del fin del Antiguo Régimen, del cambio de gusto entre las estéticas clasicista y romántica, y de la crisis producida en la vida y el arte de un creador atemporal.



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