Francisco
de Goya y Lucientes fue un ilustre artista cuya producción artística se celebra
incluso hoy en día. Su maestría reside en el carácter atemporal de sus obras,
siendo clásicas, románticas, expresionistas y surrealista a la vez que ninguna
de estas corrientes, teniendo valor y significación original y propia.
Goya
nació en Fuendetodos en 1746 y creció rodeado de arte. Se mudó a Madrid y
después realizó un viaje a Italia donde se presentó a un concurso convocado por
la Academia de Parna que le otorgó cierto éxito. Cuando regresa a Zaragoza, se
casa con Josefa Bayeu, la hermana de Francisco Bayeu, su mentor y amigo, en
1773. Un año más tarde, es contratado para trabajar como cartonista en la Real
Fábrica de Tapices de Santa Bárbara hasta 1791. Estos tapices se utilizaban
para decorar las habitaciones en las residencias reales. Los tapices goyescos
tienen un deje costumbrista y tradicional. Destacan la Vendimia o la Primavera.
En
1788 con la muerte de Carlos III y el ascenso de Carlos IV, Goya escala
socialmente y es nombrado pintor de cámara en 1789, además de ganarse la
amistad del monarca. Durante la década de los 90, una grave enfermedad
deteriora su oído hasta dejarlo completamente sordo. También durante esta época
inicia su serie de grabados que explicaremos más en detalle a continuación.
Durante
el año de 1795 conoce a la duquesa de Alba, una especie de Mecenas de la época.
Se dice que mantuvieron una relación mucho más que amistosa, pero no hay
pruebas de ello. En el 99 se publican los
Caprichos. Cuando se anunció su venta en el Diario de Madrid, su contenido
se pone de tela de juicio por la Inquisición, por ello, astutamente le regala
la serie a Carlos IV.
Sigue
trabajando prósperamente para el rey realizando retratos como la Duquesa de Chinchón, sus Majas o la
Familia de Carlos IV. Cuando estalla la Guerra de la Independencia contra
las tropas napoleónicas, la producción de Goya se ensombrece y adopta un tono
oscuro y pesimista. Lo atestiguan los
Fusilamientos del 3 de mayo, obra de un horror descarnado. La llegada de
Fernando VII al trono no es bienvenida por Goya, cuyo pesimismo se acentúa en
las Pinturas Negras. Se exilia a
Burdeos con impotencia ante el régimen absolutista y asfixiante de Fernando y
allí muere en 1828.
El
grabado es el resultado del trabajo realizado sobre una superficie de madera o
metal, llamada plancha, por medio de instrumentos cortantes, punzantes o de
ácidos que atacan la superficie metálica. Es el primer intento de intentar
producir arte que llegue al alcance de muchos antes de la fotografía.
Antes
de Goya, destacan los trabajos de grabadores de Durero o Rembrandt, pero por
aquel entonces el grabado era considerado un arte menor.
Los Caprichos carecen de una estructura
organizada y coherente, pero sí tienen importantes núcleos temáticos. Los temas
más numerosos son tales como la superstición en torno a las brujas (que
predominan a partir del Capricho 43 y que le sirve para de forma tragicómica expresar
sus ideas sobre el mal), la vida y el comportamiento de los frailes; la sátira
erótica; y en menor número la sátira social de los matrimonios desiguales, de
la educación de los niños, de la Inquisición.
Inspirado
profundamente por el pensamiento ilustrado, Goya criticó estos y otros vicios
sin un orden diferenciado. Lo que hizo fue mostrar escenas tétricas dotadas de
una terrible cotidianidad en escenarios extraños.
De este modo, podemos
dividir los Caprichos en dos partes: en
la primera mitad presentó sus grabados más realistas donde satirizaba el
comportamiento de los seres humanos desde el punto de vista de la razón. En la
segunda parte, se dan las imágenes más fantásticas y oníricas donde siguiendo
la lógica del absurdo pintó visiones delirantes con seres mágicos.
Más detalladamente,
en la primera parte, uno de los grupos más numerosos y más autobiográficos es
el dedicado a la sátira erótica. Se presenta el supuesto desengaño amoroso con
la Duquesa de
Alba que está planteado en
varias estampas en las cuales principalmente critica su promiscuidad. Como
contrapunto aparece en segundo plano la confidente y guía de los amores
femeninos, la vieja celestina.
También dedica un
espacio donde critica los convencionalismos sociales, Goya lo hace deformando
hasta la exageración los rasgos de los que encarnan los vicios y torpezas
humanas. En las imágenes que se presentan se critican los matrimonios de
conveniencias y la lascivia masculina.
A partir de la
lámina 43, el grupo más original donde la fantasía goyesca alcanzó la máxima
expresión con las invenciones más desbordantes se conoce como Brujerías o Sueños.
En esta parte el mal en los Caprichos
está reducido al absurdo, dibujando lo demoníaco como fruto del error del
hombre por separarse de las vías de la razón.
Goya en las brujerías cree en la existencia
del mal y lo expresa en seres de una fealdad repulsiva. Mediante una fantasía
desbordante deforma los rasgos de los rostros y cuerpos de estas brujas
tragicómicas sugiriendo nuevas formas de maldad.
Un grupo que se
desarrolla paralelo al de las brujas es el de los duendes. La
creencia en duendes era una superstición menor, que no inspiraba terror y se
les veía de forma familiar, festiva y burlona, sin embargo, en la segunda mitad
del siglo XVIII la palabra duende significaba a menudo fraile, ello explica que los
duendes de Goya vayan vestidos con hábitos religiosos. El artista los trata
inicialmente como personajes inofensivos. Pero cuando las láminas avanzan estos
se transforman progresivamente en seres siniestros cuyas acciones son mucho más
oscuras de lo que habían parecido en un principio. La intención de Goya podría
ser la de señalar que los verdaderos duendes son los curas y frailes que tienen
poco de los principios de pureza cristiana y han caído en los vicios de la
amoralidad.
El grabado que vamos a comentar más en detalle, es el grabado nº 43: El sueño de la razón, que es el que se
cree que separa la serie de las sátiras y el de las brujerías. Esta obra fue
pensada originalmente para la portada de los "Caprichos", pero
finalmente lo sitúa en el inicio de las escenas de brujas. Actualmente
pertenece a una colección particular de Zaragoza.
En este
grabado se nos muestra a un hombre dormido encima de una mesa, rodeado de aves
nocturnas, murciélagos, búhos, y de un gran gato, en aquel momento símbolos
frecuentes de la estupidez y de la ignorancia y también del diablo y lo
demoníaco. A los animales nocturnos se les suma un lince, animal famoso por su
aguda visión debido a que la ceguera y la visión aguda siempre coexisten.
En él, Goya utilizó la técnica del aguafuerte sobre una lámina de cobre.
Esta se cubre con un barniz y sobre ella se prepara el dibujo con una aguja. En
la superficie descubierta actúa el ácido nítrico que vertemos corroyendo el
metal. En la plancha quedan los surcos realizados por el ácido. Según se ha
marcado el dibujo estos surcos son más profundos o menos. Seguidamente se
aplica tinta sobre la plancha y se presiona contra el papel surgiendo así el
grabado.
La luz es una característica muy importante ya que recae directamente
sobre el cuerpo del personaje y deja oscurecidas algunas lechuzas y el fondo,
lo cual da sensación de profundidad. La composición gira entorno a un primer plano
en el que se encuentra el personaje dormido sobre una mesa, en la que figuran
esparcidas hojas de papel de dibujo y lapiceros con carboncillo (utensilios
asociados a los pensadores e intelectuales); y un segundo plano en el que
quedan las criaturas nocturnas. Las alas abiertas de estas aves transmiten una
sensación de movimiento.
El significado del
grabado oscila así entre una visión abiertamente positiva de la razón, la cual,
no obstante, no debe dormirse, ni soñar al dormir, ni ser presa de la
imaginación-; y una visión negativa, que ve todos los productos de la razón
como monstruos y a la razón misma como monstruosa.
El hombre
que duerme simboliza, en principio, a la razón que duerme. Al caer dormido,
aparecen animales de la noche que le rodean, y le contemplan desde su mundo de
sombras, al parecer amenazantes, aunque también puede suponerse que vienen en
su auxilio. El durmiente puede ser presa de sus monstruos al caer dormido; es
decir, la razón puede ser atrapada por los monstruos cuando pierde su rumbo.
Por otro lado, puede ser que estos monstruos -bajo la forma de las plumas
traídas o tomadas por la lechuza- vengan, al contrario, en ayuda del durmiente
como fuentes de su creatividad. También se ha interpretado a la lechuza como
símbolo de Minerva, diosa de la sabiduría, que guía y protege la razón del
hombre.
Goya se
debate, así, del mismo conflicto de la razón. Por un lado, la defiende; por
otro, la relativiza y la ubica en un lugar que no es de absoluto dominio del
pensamiento o del intelecto artístico. Goya, el artista, no nos hace
simplemente una declaración de principios a favor de la Ilustración; sino, mas
bien, nos avisa que no es posible dejar de lado la alteridad de la razón por un
lado y, por otro lado, nos señala la necesidad de ver el arte, como un camino
del pensamiento y del intelecto que no puede ser reducido por la razón, ambos
han de coexistir y beneficiarse el uno del otro.
Los Caprichos anticiparon la
sensibilidad y el desplazamiento hacia un arte en el que predominan la
subjetividad y la libertad creativa. Son un símbolo del fin del Antiguo
Régimen, del cambio de gusto entre las estéticas clasicista y romántica, y de
la crisis producida en la vida y el arte de un creador atemporal.
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